viernes, 24 de mayo de 2013

AMPARO MEDINA


“Vi unos ojos maravillosos. Vi el amor. Eran los ojos de la Virgen. ¡Eran justamente los ojos de la estampa que yo había roto!

En cierta ocasión estando en una comunidad, Amparo le retó a Dios. Había una mujer rezando, pero ella empezó a increparla y llamarla loca. Al grado de que acabó rompiéndole una estampita que tenía la pobre señora.



Su prepotencia de revolucionaria no le facilitaba muchas otras soluciones en aquella ocasión. Poco después vino el siguiente paso hacia su conversión.


Amparo había participando en todo tipo de manifestaciones y luchas contra el gobierno. En ocasiones movilizando a los indígenas y facilitando que éstos acudieran armados con lanzas. Pero cierto día estando en una de ellas fue herida por una bala. Cuando recibió el impacto, Amparo recuerda dos cosas: por un lado a su marido y sus hijos, y por otro lado una paz inexplicable, total. No tenía miedo de irse. Todo era alegría, gozo, paz…

En eso, escuchó una voz que le cantaba: “Vi unos ojos maravillosos. Vi el amor. Eran los ojos de la Virgen. ¡Eran justamente los ojos de la estampa que yo había roto! La estampa de la Virgen Milagrosa. La vi como una adolescente de 15 años. Con traje blanco…”.

Mientras ella se desangraba, lo único que sentía era paz, alegría… En ese momento la Virgen le dijo: “Mi pequeña, yo te amo”. Y le pidió que dejara todas las causas que ella llevaba y que tomara la causa de su Hijo. También se dio cuenta de que detrás de la Virgen había un señor mayor: era su abuelo.

domingo, 10 de junio de 2012

ALPHONSE RATISBONNE


Levanté los ojos hacia la luz y vi, de pie en el altar, viva, grande, majestuosa, bellísima y con aire misericordioso a la Santa Virgen María...

Judío y ateo; burlón y descreído; sarcástico y corrosivo. Alphonse Ratisbonne era eso y más.Todo, cualquier cosa, antes que cristiano, y no digamos que católico, creyente, miembro del rebaño. 

Hijo de un rico banquero hebreo de Estrasburgo, acostumbrado a la buena vida, a los lances del amor, a la ociosidad turística, de ese natural irritantemente escéptico que produce la permanente satisfacción de las últimas superfluidades materiales, Ratisbonne se encontró con la fe, con una fe arrolladora que se llevó por delante sus prejuicios una fría mañana del mes de enero en una capilla de la ciudad de Roma.

En apenas unos minutos, todo en lo que creía desapareció como por ensalmo, conjurado por una realidad que le arrebató sus pasadas certezas de burgués adinerado, positivista y pagado de símismo. Algo inesperado y milagroso, inconcebible, se agazapaba entre los pliegues de los designios de la Providencia.

miércoles, 2 de febrero de 2011

VITTORIO MESSORI


Mi hallazgo de la fe fue muy protestante. Fue un encuentro directo con la misteriosa figura de Jesús, a través de las palabras griegas del Nuevo Testamento. No vi luces, ni oí cantos de ángeles. Pero la lectura de aquel texto, hecha probablemente en un momento psicológico particular, fue algo que todavía hoy me tiene aturdido. 

Vittorio Messori, periodista italiano de 56 años, es conocido internacionalmente por haber entrevistado a Juan Pablo II en Cruzando el umbral de la esperanza, y al Cardenal Ratzinger en Informe sobre la fe. Pero, en contra de lo que pudiera pensarse, no ha sido precisamente un "católico de toda la vida".


"Nací en plena Guerra Mundial en la región quizá más anticlerical de Europa: en la Emilia, zona del antiguo Estado pontificio, la del don Camilo y Peppone (el cura de pueblo y el alcalde comunista) de Guareschi. Mis padres no estaban precisamente de parte de don Camilo y, aunque vivían de verdad unos valores -apertura, acogida, generosidad, etc-, desde pequeño me inculcaron la aversión, no al Evangelio o al cristianismo, sino al clero, a la Iglesia institucional. Me bautizaron como si fuera una especie de rito supersticioso, sociológico, pero después no tuve ningún contacto con la Iglesia.


EDUCACIÓN MARXISTA
Acabada la Guerra, mis padres se trasladaron a Turín, la mayor ciudad industrial italiana, cuna del marxismo italiano -de Gramsci, Togliatti y otros dirigentes comunistas-, en la que los católicos hace tiempo que son minoría. Asistí allí a un colegio público, donde no se hablaba de religión más que para inculcarnos el desprecio teórico hacia ella. Obligada por el Concordato había, sí, una clase semanal de enseñanza religiosa, pero casi ninguno la tomaba en serio y yo, en concreto, eludía la asistencia con las más variadas excusas. O sea, que si por mi familia estaba imbuido de anticlericalismo pasional, la escuela llovió sobre mojado al enseñarme la cultura del iluminismo, del liberal-marxismo".

domingo, 1 de agosto de 2010

GARY COOPER



A mitad de los cincuenta –sigue recordado su hija- «comenzó a pensar en su posible conversión. No hablaba mucho de ello, simplemente nos acompañaba a Misa casi todos los domingos. La excusa que daba era que deseaba oír los fantásticos sermones del padre Harold Ford».

En la historia de cada conversión, junto a la insondable intervención divina, se da también la mediación humana: un amigo, un familiar, un compañero de fatigas... que sabe orientar, sin violencia, en el momento oportuno…
Frank James Cooper nació en Montana (Estados Unidos) el 7 de mayode 1901. Era hijo de unos inmigrantes ingleses, que poseían de un inmenso rancho. El futuro actor aprendió allí a montar a caballo, habilidad que demostraría después en numerosos westerns.
Tras cursar estudios primarios en Inglaterra, regresó a montana y trabajó como dibujante de tiras cómicas en diversas publicaciones. Después decidió probar fortuna en el cine, y en los años veinte logró pequeños papeles en películas del Oeste, en las que ya se acreditaba como Gary Cooper. A mitad de los treinta es una de las máximas estrellas de Hollywood: rueda grandes filmes como “Adiós a las armas” (1932), “Tres lanceros bengalíes” (1935) o “Beau Geste” (1939). En 1941 logra su primer Óscar por “El sargento York”, y en 1952, el segundo por “Sólo ante el peligro”.

jueves, 1 de julio de 2010

GILBERT KEITH CHESTERTON


Este primer empuje, después de debérselo a Dios, se lo debo a la historia y a la actitud del pueblo irlandés. . .


Aunque sólo hace algunos años que soy católico, sé sin embargo que el problema "por qué soy católico" es muy distinto del problema "por qué me convertí al catolicismo". Tantas cosas han motivado mi conversión y tantas otras siguen surgiendo después... Todas ellas se ponen en evidencia solamente cuando la primera nos da el empujón que conduce a la conversión misma.


Todas son también tan numerosas y tan distintas las unas de las otras, que, al cabo, el motivo originario y primordial puede llegar a parecernos casi insignificante y secundario. La "confirmación" de la fe, vale decir, su fortalecimiento y afirmación, puede venir, tanto en el sentido real como en el sentido ritual, después de la conversión. El convertido no suele recordar más tarde de qué modo aquellas razones se sucedían las unas a las otras. Pues pronto, muy pronto, este sinnúmero de motivos llega a fundirse para él en una sola y única razón.

martes, 1 de junio de 2010

ANDRE FROSSARD

Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.


André Frossard nació en Francia en 1915. Como su padre, Ludovic-Oscar Frossard, fue diputado y ministro durante la III República y primer secretario general del Partido Comunista Francés, Frossard
fue educado en un ateísmo total. Encontró la fe a los veinte años,
de un modo sorprendente, en una capilla del Barrio Latino, en la que entró ateo y salió minutos más tarde "católico, apostólico y romano".

El ateísmo en André Frossard y su posterior y repentina conversión se entienden un poco más contemplando su propia familia, como nos lo cuenta él mismo: "Eramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo. Los últimos militantes anticlericales que todavía predicaban contra la religión en las reuniones públicas nos parecían patéticos y un poco ridículos, exactamente igual que lo serían unos historiadores esforzándose por refutar la fábula de Caperucita roja. Su celo no hacia más que prolongar en vano un debate cerrado mucho tiempo atrás por la razón. Pues el ateísmo perfecto no era ya el que negaba la existencia de Dios, sino aquel que ni siquiera se planteaba el problema. (...)

sábado, 1 de mayo de 2010

SCOTT HAHN


Tras pronunciar las palabras de la consagración, el sacerdote mantuvo elevada la hostia. Entonces, sentí que la última sombra de duda se había diluido en mí. Con todo mi corazón musité: Señor mío y Dios mío. ¡Tú estás verdaderamente ahí!


Scott Hahn, teólogo y pastor presbiteriano, ha escrito un libro sobre su conversión y la de su esposa, que ha sido best-seller en USA. En él nos dice: “Mi abuela era la única católica de mi familia: una discreta, humilde y santa mujer. Mi padre me dio sus objetos religiosos, cuando ella falleció. Los miré con repugnancia y horror. Tomé el rosario entre mis manos y lo rompí, diciendo: Dios mío, líbrala de las cadenas del catolicismo que la han tenido aprisionada. También rompí sus libros de oración y los tiré a la basura, esperando que esa superstición sin sentido no hubiera condenado su alma… No siento el menor orgullo de haber actuado así, pero lo cuento para hacer ver lo profundas y sinceras que son las convicciones anticatólicas de muchos cristianos de la Biblia. Yo no era anticatólico por un fanatismo malhumorado, sino por convicción”.

jueves, 1 de abril de 2010

SANTA EDITH STEIN

Un día tomó un libro al azar en casa de unos amigos conversos. Resultó ser la autobiografía -La Vida- de Santa Teresa de Jesús. Le absorbió por completo. Cuando lo acabó, sobrecogida, exclamó: "¡Esto es la verdad!".

Edith no nació católica, sino judía, en Breslau –entonces ciudad alemana, y hoy polaca con el nombre de Wroclaw–, en 1891. Era la menor de una familia numerosa, y perdió repentinamente a su padre apenas dos años después. Su madre se hizo cargo con fortaleza del negocio familiar de maderas y de la educación de sus hijos.
Su madre infundió un elevado código ético a sus hijos: Edith aprendió algunas virtudes que nunca perdería: sinceridad, espíritu de trabajo de sacrificio, lealtad... Pero, aunque se educó en un ambiente claramente judío, la fe era más bien superficial.

miércoles, 17 de febrero de 2010

SIR ALEC GUINESS


“Todo empezó cuando rodamos la película sobre el Padre Brown (1954)"

Hoy, Miércoles de Ceniza, me parece un día muy apropiado para recordar la conversión al catolicismo de Alec Guinness, uno de los mejores actores del siglo XX. Este relato, contado por él mismo en sus memorias, puede llenarnos de optimismo a la hora de afrontar esa conversión personal que nos pide la Cuaresma.

Nacido en Londres en 1914, el joven actor destacó pronto por su capacidad para retratar una amplia gama de personajes. Su interpretación de 'Hamlet' en el escenario londinense (1938) dejó una huella histórica, y cuando dio el salto al celuloide, su éxito fue aún mayor. ¿Quién puede olvidar su retrato magistral de 'Fagin' en la películla
Oliver Twist (1948), o el humor sutil en la comedia Ocho sentencias de muerte(1949), en la que interpretaba... ¡ocho papeles!?

Años más tarde, ganó el Oscar al mejor actor por su actuación como el coronel Nicholson en
El puente sobre el río Kwai (1957). Aunque, para las modernas generaciones, su imagen está ligada al personaje de Obi Wan Kenobi, en La guerra de las galaxias (1977).